Entre los argumentos habituales y repetitivos hasta la saciedad de las pseudociencias está uno que apela al misterio, a lo oculto, a la imaginación, etc.: el falso argumento «ad ignorantiam».
Y es tan falso como falsas son las afirmaciones de Josep Pàmies de que puede curar la diabetes.
Este argumento falaz propone que algo tiene la posibilidad de ser cierto ya que no hay ninguna evidencia contraria (o nadie es capaz de aportarla)
Este tipo de argumentación es realmente inútil, y en parte es un intento de dar la vuelta al hecho de quién debe aportar las pruebas que sostengan una afirmación (quien la realiza, claro)
Aprovechamos precisamente a J. Pàmies, habitual en este tipo de intento de engaños argumentales, para el primer ejemplo donde (además de otras mentiras) en lugar de aportar pruebas de lo que extraordinario que afirma, alega que no sabe cómo se produce algo de lo que en ningún momento aporta evidencia (y que es falso, claro):

Lógicamente este tipo de argumentación cala entre sus seguidores y creyentes, y es corriente ver cómo usan esta falacia, en un ejercicio lamentable de irracionalidad:



Según los 

Pero todo avanza y esta práctica (que cuenta con similares en otras zonas del Pacífico Sur) comenzó a ser estudiada por un mundo occidentalizado, donde la ciencia empezaba a ser un método cada vez más utilizado. Aún así, el Hoʻoponopono no se perdió, sino que la tradición continuó pero, como era de esperar, y en 1976 alguien «occidentalizó» este «arte»: Morrnah Nalamaku Simeona.




