La crítica es necesaria, siempre. Tanto a lo ajeno como a lo propio en forma de autocrítica y buscando siempre un ánimo constructivo. Sin embargo ni siquiera esa premisa nos libra de errar, ni de caer en alguno de nuestros sesgos ni de que el proceso comunicativo con el receptor de la crítica provoque un efecto no deseado.
Se debate durante estas últimas horas si las formas en que se intenta divulgar el pensamiento crítico y el escepticismo (algunos lo extienden al global de la divulgación científica) son las adecuadas o no.
Muchos dicen tener las claves para llegar al gran público (aunque incurran en los errores que critican). Tampoco ponen en práctica de forma activa dichos métodos o, al menos, no ha trascendido ningún logro con los mismos. Solo hay que ver las reacciones suscitadas por el artículo que origina este post.