Todo muy bonito: inmovilismo

Por la extensión y lo oportuno del tema, he optado por opinar aquí sobre lo tratado en el artículo «Manual de NO actuación cuando interactuamos con alguien que piensa diferente» publicado ayer en Naukas por Luis Quevedo, sin centrarme específicamente en él y sin personalizar en nadie concreto lo argumentado (salvo alguna cosa)

En los últimos tiempos observo que varias voces se levantan contra lo que denominan «pseudoescepticismo». En sus alegatos expresan que algunas opiniones escépticas van «más allá» de la duda y se atreven a afirmar cosas, calificando esas afirmaciones poco menos que de exacerbadas. Yendo más allá, se las califica en ocasiones, a modo de desprecio, de «cientificistas».

He llegado a leer que Christopher Hitchens era «pseudoescéptico»… ¡¡¡hasta dónde llega la inventiva de los charlatanes para tratar de desacreditar a quién les expone públicamente!!! Claro que se sienten mal al ser expuestos. Es para que lo estén consigo mismos, y obren en consecuencia cambiando su actitud y discurso falaz.

Además se insiste en cuál «no debe ser» la forma de intentar ayudar a otras personas a dudar de sus creencias, o de contrarrestar el poder tácito de movimientos organizados como el de la homeopatía. Se dan, como en el citado artículo de Luis Quevedo, «lecciones» de cómo se debe debatir, o se sugiere que habría que acudir a un terreno político.

Ahora, el mismo Luis Quevedo comenta que está inmerso en «mil proyectos de investigación«. Pues, por el motivo que sea, no he leído ni escuchado nada acerca de ninguno de ellos. No, pretendo lanzar un argumento «ad hominem», ni mucho menos, sino ejemplificar la generalizada ausencia de divulgación y desconocimiento en la sociedad de «lo que se cuece» en ciencia, mayor de lo que muchos intuyen desde su «torre de marfil».

Palabras. Lógica. Inmovilismo

qmph-blog-inmovilismo-cementoEn mi opinión, el conservadurismo, la falta de confianza en sí misma, la tortícolis autoimpuesta por mirarse al ombligo, la falta de compromiso y alejamiento de la sociedad… y alguno más, son motivos de este inmovilismo científico. El único argumento que hoy día comprende la sociedad de la ciencia es el falaz de autoridad, de ahí los resultados de las encuestas que reflejan una admiración y respeto a la figura del científico.

Pero esa no es la única función del científico. La ciencia es sobre todo una herramienta, si, para la investigación rigurosa, etc., pero también es la obligación de aportar el conocimiento adquirido a la sociedad en su beneficio.

Y si, esta es una afirmación tajante, comprometida, con una certeza inherente. ¿Alguien entiende una sociedad que avance desde ideas vacuas, laxas o sin determinación para llevarlas a cabo?

Difícilmente puede el escepticismo (que forma parte también de la herramienta «ciencia») ser laxo con ideas sin soporte en evidencias rigurosas, demostradas, contrastadas o replicables que son llevadas a la práctica a costa de la salud de otras personas, o que pueden llevar a cometer atrocidades. ¿El escepticismo afirma? Si. Pero no verdades universales como en su confusión algunos interpretan.

¿Visitan a menudo los científicos las «trincheras» donde se libra esta batalla entre ignorancia y conocimiento? Mi experiencia estos meses me dice que raramente. Pocos, muy pocos, aportan razonamientos mucho más detallados o científicos a mis afirmaciones (razonadas y fundadas), ya sea para apoyarlas o criticarlas. ¿Los que lo hacen usan un método laxo? Rara vez, ya que ante afirmaciones firmes no encuentran el modo de añadir su laxitud.

Los debates que provocamos exponen a aquellos que optan por la superstición, la ignorancia, las pseudociencias… y lo hacen con sus propias palabras. ¿Que reculan como tortugas a su caparazón? Si, claro que lo hacen. Son sus creencias lo que está en entredicho. ¿Cambiarán de opinión? Es asunto suyo, parte de su libertad individual.

Respecto a cosas concretas del artículo de Luis Quevedo, algo muy sencillo: la salud pública es asunto de TODOS. La libertad de alguien que rechaza las vacunas termina cuando contagia a otra persona y propaga enfermedades como el sarampión. De nuevo, las palabras son muy bonitas, pero el topar con la realidad impone ser activos (no ser pasotas y»fastidiarnos»)

MOVILIZACIÓN.

Los modos, las formas, la empatía… todo es muy bonito, si, pero ¿y el mundo real? ¿Está hecho de palabras?¿De lógica?¿En qué momento un creyente cerrado se siente atacado… o siempre se siente atacado?

Perdernos en algo que usan muy bien los charlatanes no nos va a ayudar a cambiar cosas. La acción si. La lucha. La movilización activa. Para andar hay que poner un pié delante del otro (salvo que se quiera andar hacia atrás, por supuesto) Es un hecho. Una afirmación tajante. Hacerlo con los dos piés a la vez se llama «saltar».

El entorno científico/escéptico a mi entender está muy (pero que MUY) disgregado. Apenas hay algunos movimientos organizados, de modo muy fragmentado. A nivel nacional, aunque nos parezcan importantes (que sin duda lo son), tienen muy poca trascendencia en la sociedad, y en su mayor parte son reuniones de personas que ya tienen una opinión formada sobre los temas tratados, y no llegan a donde realmente hacen falta.

Naukas, Círculo escéptico, ARP-SAPC, por poner ejemplos de todos conocidos, concitan pensamientos, artículos, personas, etc. del mayor interés. Pero no tienen el reflejo en la sociedad que nos gustaría porque no constituyen instrumentos adecuados. Ni siquiera este humilde proyecto llamado «¿Qué mal puede hacer?» puede jactarse de llegar donde quisiera, pero si (como las citadas organizaciones) de haber podido llevar algo de pensamiento racional y plantear dudas a algunas personas (lamentablemente de forma aislada)

Pero en ningún momento me arrepiento de la forma de hacer las cosas. Como de este artículo. Si me equivoco, que lo hago a menudo, rectifico. Pero no voy a ser indolente, ni laxo. Para eso ya hay mucha gente… demasiada.

Firmeza. Claridad. Sinergia social

Las bases están, falta arrancar un movimiento social (no político) que sea capaz de reunir no solo a los que comprendemos lo inútil de las pseudociencias y el malgasto y perjuicio que suponen a la sociedad, también debe ser capaz de mover masas sin «endulzar» la realidad, sin usar eufemismos, sin tomar por tontas a las personas. La mentira (en cualquiera de sus formas) es un atajo al error, cada certidumbre nos lleva un paso adelante en un mundo mejor para todos.

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