Este artículo que comenzáis a leer acerca del Síndrome Tóxico iba a ser el primero del proyecto «¿Qué mal puede hacer?». Sin embargo, su enorme dimensión, su transversalidad y la investigación que requería por su complejidad hicieron que lo retrasase para lograr un resultado acorde a mis propias exigencias. Serán varias entregas consecutivas que completaré con un recopilatorio en formato para libro electrónico.
Espero que esta historia del pasado reciente os ayude (como a mi) a comprender mejor la Sociedad actual. Muchas de las situaciones que se presentaron durante esta crisis os resultarán familiares. Aunque muchas cosas han cambiado desde 1981 otras permanecen inalteradas.
Injusticia a la española: el Síndrome Tóxico
La portada del diario «El País» del jueves 7 de mayo de 1981 mencionaba un posible brote de la «enfermedad del legionario» (hoy en día más conocida por el nombre de la bacteria causante, la Legionella). Otros medios no lo recogieron hasta días después (ABC, La Vanguardia o El Periódico). Un niño de 8 años llamado Jaime Vaquero García había fallecido el 1 de mayo en Torrejón de Ardoz (Madrid) y otras ocho personas presentaban una sintomatología respiratoria similar en la misma ciudad.
Pese a esta primera hipótesis los expertos no terminaban de tener claro que ese fuese el motivo del brote. Pasarían semanas hasta que fue descubierto el origen de la catástrofe sanitaria de enormes dimensiones que se avecinaba y años hasta que se comprendieron los procesos que intervinieron en su desarrollo.
El 10 de mayo ya eran 40 los posibles afectados y 3 los fallecidos. A la muerte de Jaime se sumaban la de otra niña (Vanesa Gavilán, 5 años) y de un adulto. Las autoridades sanitarias estaban desconcertadas porque los síntomas no casaban con la Legionella. La «neumonía atípica» (como se conoció a esta afección durante los primeros días) atacaba a familias enteras en varios puntos de la provincia de Madrid. Se creyó en inicio que incidía más en niños y jóvenes.
Estalla el brote
En una reunión celebrada ese domingo 10 en el Ministerio de Sanidad el doctor Antonio Muro Fernández-Cavada, director en funciones del Hospital del Rey (sustituido en 1990 por el Hospital Carlos III), apuntó en la dirección de una nueva vía de contagio de la patología: la digestiva. Lo hizo a tenor de sus observaciones en los pacientes que estaban llegando a ese hospital. Al coincidir en ellos la ingesta de ensaladas puso a personal a su cargo a recoger muestras de lechugas y cebollas en mercadillos de las áreas afectadas.
El Ministerio de Sanidad comenzaba a dar instrucciones (dada la gravedad alcanzada) como el aprovisionamiento de diferentes medicamentos. La Dirección General de Salud Pública quedó encargada de centralizar la recogida de datos epidemiológicos.
Resulta interesante esta pieza de vídeo de Televisión Española de los primeros días. Aparece información de dos hospitales importantes en la crisis. También habla el alcalde de Torrejón de Ardoz (Lope Chillón Díez) y varios médicos:
Por aquel entonces la economía de España tocaba fondo en un periodo de recesión por las dos «crisis del petroleo» (1973 y 1979) y su propia situación política. La llegada de la Democracia tras el régimen dictatorial de F. Franco trajo consigo cambios que necesitaban tiempo para implantarse. El IPC (índice de precios al consumo) anual llevaba casi una década desbocado alrededor del 15%. En 1977 el IPC anual superó el 25%.
El 23 de febrero de 1981 tuvo lugar un hecho que contribuyó un poco más a la incertidumbre del país: el fallido golpe de Estado. Ocurrió durante la segunda votación a la que se sometía D. Leopoldo Calvo-Sotelo para ser elegido como presidente. No obtuvo mayoría absoluta en la primera del 19 de febrero tras vencer en las elecciones generales fruto de la dimisión de D. Adolfo Suárez.
Venta ambulante de aceite
Ese ambiente fue un caldo de cultivo para la especulación con los precios de productos de primera necesidad. Muchos españoles acaparaban harina, sal, azúcar, etc. que intentaban conseguir al menor precio. Otro producto esencial de consumo diario era el aceite. Quienes trataban de aprovecharse de esa situación distribuían productos con escasas garantías sanitarias procedentes de circuitos comerciales «alternativos». Los mercadillos y la venta ambulante eran algo cotidiano.
La regulación de este tipo de venta estaba en manos de los ayuntamientos. Así lo indicaba el Real Decreto 1073/1980 «por el que se regula el ejercicio de la venta fuera de un establecimiento comercial permanente». La legislación nacional no requería registro sanitario del vendedor lo cual solo era necesario si así lo indicaban las ordenanzas municipales. Todo ello contando con que el vendedor no prefiriese ser «pirata«.
Ademas, la venta a granel se realizaba en envases (garrafas de varios litros de capacidad sobre todo) muy dudosos por que se reutilizaban, no tenía un cierre adecuado, etc. Tampoco el envasado de los circuitos «alternativos» tenía las suficientes garantías.
Para proteger a los ya maltrechos productores españoles de aceite (sobre todo los de oliva) de las importaciones de aceites más baratos para consumo humano se tomaron medidas para frenar su introducción. España lo realizó de manera unilateral al no pertenecer todavía a la Unión Europea (entramos en la Comunidad Económica Europea en 1986).
Aceite de colza
La importación del aceite de colza para consumo humano estaba, por tanto, prohibida en 1981. Apenas habían un par de productores nacionales que cultivasen de forma industrial la Brassica napus (también conocida como colza o, más usado hoy en día, canola). De sus semillas es de donde se obtiene este aceite vegetal, el tercero más consumido del mundo.
Por contra, sí estaba permitida su importación para usos industriales (en especial siderúrgicos). Para poder realizar dicha importación era necesaria la autorización pertinente y, además, exigía la «desnaturalización» del producto para evitar que se derivase a consumo humano. La desnaturalización alteraba las características de color, sabor, etc. para que resultase desagradable organolépticamente a un posible consumidor.
Para ello, en 1981, había tres opciones autorizadas: el uso de aceite de ricino (origen vegetal, autorizado desde 1970), usar aceites naftéticos (origen mineral, autorizado desde 1974) y, desde 1973 o 1974, las anilinas. Esta última sustancia, orgánica y oleosa, es aromática pero incolora.
Cada vez más afectados
La alarma social cada vez era mayor por el aumento de pacientes de la «neumonía atípica». De nada servían mensajes en los medios como el del Secretario de Estado de Sanidad, Luis Sanchez-Harguindey, titulado «No estamos indefensos». En el mismo, del 12 de mayo, descartaba factores ambientales por el modo geográfico en que brotaba. Eran ya 6 los muertos y 141 los enfermos.
Como curiosidad: el señor Sanchez-Harguindey, cardiólogo, fue uno de los protagonistas mediáticos del infame «caso BioBac» al defender su uso de forma pública. Su hijo llegó a ser detenido por robar frascos de ese producto. Apenas sobrevivió 7 meses más tras ese artículo. El caso Bio-Bac se saldó en 2015 tan solo con una condena por publicidad engañosa al proclamar que servía para cáncer, VIH, etc. No se pudo probar que incitaban al abandono de tratamientos pese a las declaraciones de varios afectados. Ahora este «complemento alimenticio» se vende bajo la marca «Renoven«.
Frustrado. Hoy un paciente con cáncer rechaza cirugía y se tratará con Renoven. @aecirujanos @bali_dc @escepticos @JacoboCabanas #ESTAFA
— Esteban Martín (@Esteban761) 5 de enero de 2017
Otro mensaje fue el del doctor Luis Valenciano Clavel, Director General de Salud Pública. Este virólogo, pionero en 1964 de la vacunación para la poliomielitis en España y todavía en activo en la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados (FVEA), afirmaba que «[…] los informes de que se disponen apuntan hacia una transmisión por vía aérea, y se sospecha bastante fundadamente que cuando los miembros de una misma familia enferman es porque hay una fuente común de infección, no porque unos contagien a otros. Yo diría que se trata de un brote poco contagioso». 31 años más tarde decía en una entrevista para Expansión que «yo mantenía que estábamos ante una enfermedad nueva y desconocida y que no debíamos decir a la población que se estaba empezando a controlar. No conseguí convencer a todos de que debíamos ser prudentes con los mensajes«.
Empieza el lío de hipótesis y bulos
Los casos seguían aumentando por decenas y en nuevas zonas como Castilla y León. El día 15 de mayo ya hay 565 casos y la novena víctima mortal: un bebé de 22 meses. El ritmo es de una muerte y más de 100 nuevos casos diarios. Sin embargo fuentes ministeriales empiezan a hablar de «remisión» del brote. También sigue apuntando a algún patógeno aún sin aislar. Esa fue la hipótesis del doctor Baine, del cuartel general en Atlanta del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU, llegado a España para colaborar. Otro experto, el doctor Wilson, habla de un virus sin identificar.
Un rumor comenzó a tomar fuerza. Se centraba en la base aérea militar norteamericana de Torrejón de Ardoz: la supuesta prueba de una supuesta arma química o bacteriológica. La base estuvo en manos de las fuerzas aéreas estadounidenses desde finales de los años 50 y hasta el año 1992.
Sin explicación oficial se conoce la destitución del doctor Antonio Muro como director del Hospital del Rey. Se especula con que su cese tiene que ver con que tal vez habría realizado un experimento consigo mismo. Sin embargo, es más razonable pensar que fue por saltarse los cauces de comunicación oficial establecidos para difundir sus hipótesis.
Cada nueva posibilidad que aparecía en los medios de comunicación complicaba la crisis. Afirmaciones como las del doctor Muro causaban miedo entre la población. Toneladas de verduras y frutas se quedaban sin vender en los mercados por la alarma creada. Los productores cifraron el descenso de ventas entre el 35 y el 40%. Los perjuicios en las exportaciones agrícolas a Francia también se empezaban a notar.
Más ingresos y altas
Mientras, en los hospitales continuaban los ingresos por la dolencia pero también las altas. Sobre el 22 de mayo los afectados eran ya casi 1.500. De ellos unos 500 habían sido dados de alta. Muchos tenían síntomas leves y abandonaban los centros sanitarios casi de inmediato. Una parte de ellos regresarían más adelante incluso más de una vez. Y algunos lo harían para nunca salir de allí vivos.
La cuenta de las muertes rondaba ya la veintena aunque los datos oficiales hablaban de 13 fallecidos. Esta fue una de las constantes durante todo el Síndrome Tóxico: los datos oficiales sobre víctimas nunca coincidieron con los que manejaban medios, partidos políticos, asociaciones de afectados, etc. Y, como veremos más adelante, dichos datos oficiales cambiaron varias veces.
Cierro esta primera entrega de Injusticia a la española: el Síndrome Tóxico con una frase cuyo autor conoceréis en la segunda: «[…] lo causa un bichito […] tan pequeño que si se cae de la mesa, se mata».
Serie completa
Creo que tiene razón en que muchos datos nunca serán conocidos, ni en cuanto a la investigación policial ni en cuanto a la investigación científica.
Viví muy de cerca este tema y puedo decir que parte de la culpa de que no se llegara a investigar más a fondo fue de los propios afectados enfermos y de sus familiares más cercanos. Se les compró su silencio con unas cuantiosas ayudas económicas y ellos las aceptaron sin plantearse que eso podía acabar siendo su sentencia de muerte.
Hola, en ningún momento digo tal cosa. La causa está más que clara y comprobada, además de documentada y con una relación causa-efecto rotundamente evidenciada. Decir, como hace usted, que se compró el silencio de los afectados (cuando en realidad sufrieron un calvario para tener unas ayudas mínimas y tardías, igual que las indemnizaciones y la falta de atención especializada) me parece un insulto a las víctimas y un profundo desonocimiento del tema. Uno de los motivos de esta serie de artículos es, precisamente, exponer la falta de respeto de esas teorías conspiranoicas con las que algunos incluso se han enriquecido mientras causaban más daño a las víctimas creando confusión basada en mentiras.
Coincido con usted en que toda la enfermedad fue un calvario para los afectados. En lo que no coincido es en que fueran ayudas «mínimas y tardías». En mayo aparecieron los primeros enfermos y tras unos meses de incertidumbre en los que no se sabía cómo afrontar la situación, viendo la magnitud del problema, en octubre ya se había creado el «Plan Nacional para el Síndrome Tóxico» y se habían establecido las primeras ayudas de emergencia. Creo que en este país no se ha respondido económicamente con tanta rapidez en ningún otro tema de emergencia nacional.
Trabajé tres años en un centro administrativo pagando cuantiosísimas ayudas mensuales a las familias afectadas, que tenían equipos médicos especializados en los hospitales de las provincias afectadas.
Hay numerosos datos oficiales públicos que avalan mi afirmación.
Y afirmo también que hubo familiares muy cercanos a los afectados que hicieron negocio con la enfermedad como lo han hecho después muchos otros charlatanes con teorías conspiranóicas, como usted dice.
No se si la enfermedad la causó realmente el aceite o no. Usted considera probado científicamente que es así y lo respeto.
Respete usted mi conocimiento de las ayudas que se pagaron porque pasaron por mis manos todas las de una de las provincias más afectadas.
Con fecha 18/11/1981 y según datos oficiales «Se habían tramitado 1.155 expedientes de ayudas de farmacia, que arrojaron 2.036 ayudas, por un importe de 19.218.020 pesetas. Cien expedientes por fallecimiento, con un importe de 50.500.000 pesetas. Y catorce ayudas sanitarias a personas no beneficiarias de la Seguridad Social (posteriormente se aprobó la concesión de ayudas con cargo a la Seguridad Social a todos los afectados), por importe de 240.323 pesetas.»
Es decir, 6 meses después se habían entregado:
– 9.439 pesetas por expediente a 2.036 ayudas para gastos farmacéuticos ya realizados (una caja de antibioticos costaba más de 1.500 ptas.).
– 505.000 pesetas de media para cada uno de los 100 expedientes por fallecimiento (un SEAT Panda costaba sobre las 400.000ptas.).
– 17.165 ptas. por expediente a 14 que carecían de Seguridad Social, siendo hasta entonces discriminado este sector de población.
Lo cual supone 2.150 ayudas… para los al menos 16.400 afectados hasta ese momento. Los fallecidos para aquel entonces eran cerca de 200.
¿Seguro que con esa cantidad de víctimas se actuó rápido y acorde a lo que ya se había decretado? ¿Eran tan «cuantiosísimas» las ayudas siendo para personas que incluso tras el cambio de Siglo aún no habían recibido sus indemnizaciones? Recuerde, gente que no podía trabajar, familias enteras incapacitadas, etc. No lo puede usted reducir al pequeño porcentaje que engañó al Estado cuando fueron más de 20.000 los afectados.
Una realidad muy descriptiva de octubre de 1981 fue esta: http://elpais.com/diario/1981/10/10/opinion/371516410_850215.html
Además, recordará que el pago de indemnizaciones se retrasó años y años porque el Estado no quería hacerse responsable ante la insolvencia de los condenados. Y, cuando la Justicia le hizo responsable subsidiario, intentó descontar de esos pagos las ayudas que había dado. A día de hoy, más de 30 años después, muchas de esas víctimas siguen luchando por llevar una vida lo mejor posible pese a las dificultades.
Muchas gracias por contar lo que tantas personas siguen desconociendo y por lo que tantos han querido olvidar y esconder, pero sobre todo por lo que siguen sufriendo y padeciendo muchas de las VICTIMAS.
De nada. Espero que la serie completa ayude a visibilizar como merece una catástrofe ante la que España no ha respondido como debía. Y que ayude a que cambien cosas que debían haber cambiado tras ese drama. Saludos.
Gracias por la información de un tema que pocos de edad sesentona podemos olvidar. La manipulación mediática y la ineptitud política ,unida a intereses económicos y pactos de silencio que ni llegamos a imaginar ,han hecho y siguen haciendo masacres en la población.
Varios investigadores y médicos que intentaron avanzar realmente en el origen de esta extraña dolencia murieron o padecerieron súbitas y extrañas enfermedades.
Andreas Faber-Kaiser también llevó este tema denunciandolo de forma muy valiente.
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Saludos fraternos
Tere Marin,desde Argentina.
De nada. Sin embargo, como verá a lo largo de la serie, no coincidimos al respecto de las conspiraciones surgidas alrededor del hecho. Para mi fue gente que se aprovechó (algunos siguen haciéndolo) de esta enorme desgracia para vender «libros», dar «charlas», etc. Quizás tras las numerosas entregas de que consta esta serie termine replanteandose cosas como las de Faber-Kaiser.
Un cordial saludo.
Isidoro